Igual que en toda relación de pareja, el deporte se mueve en las agitadas aguas de encuentros afortunados y torpes desencuentros. Juande se enfada con Guti y le castiga sin cenar, Guardiola se enfada con los medios por “cotillas” y les castiga mirando a la pared. Nada nuevo. Es el enfurruñamiento deportivo de la semana. Porque, en el deporte, también hay “ceses temporales de la convivencia”.
Representantes y representados, presidentes de clubes y entrenadores, seleccionadores y técnicos se agarran una y otra vez a dos palabras: “desavenencias deportivas” para justificar cualquier decisión. Dicen que esas desavenencias deportivas suelen colmar un vaso que, en el mejor de los casos, lleva mucho de “desavenencia” y muy poco de “deportiva”.
Riñas, desencuentros y celos sobrevuelan demasiadas decisiones. ¿Quién no recuerda el enfado del ya ex director deportivo de Ferrari, Jean Todt, porque Alonso decidió querer un poco más a Briattore que a él? No hay nada peor que un hombre despechado, y por eso Todt siempre dijo que el asturiano nunca tendría abiertas las puertas de Ferrari mientras él estuviera ahí. Ocho años sin superar que tu novia se vaya con otro, querido Todt, quizá es demasiado tiempo.
Precisamente el tiempo debería haber enseñado a los implicados en cada riña a no convertir en polémica de portada cualquier desencuentro “deportivo”. Juande y Guti no han sabido hacerlo. Todo el mundo sabe que a los padres no se les contesta y ahora, castigado, el rubio- blanco tuerce el morro pensando que papá ya no le quiere. Qué difícil es la adolescencia…